Desde que en 2003 apareciera el primer ranking de universidades de
ámbito auténticamente global, el Academic Ranking of World Universities
(ARWU) de la Universidad Jiao Tong de Shanghai, los rankings se han
convertido un tema de frecuente y a veces áspero debate. El impacto de
esta publicación fue inmediato y de profundas consecuencias, remodelando
sistemas académicos completos incluso en los países europeos (Francia es
un caso paradigmático). A pesar de este indudable efecto, los críticos
señalaban la simplicidad de la herramienta, sus limitaciones a la hora
de reflejar las misiones no relacionadas con la investigación, la
comparación entre diferentes tipos de universidades y en fin los
pequeños y grandes errores en la recolección de datos.
La críticas mas feroces provienen no solo de las universidades en
posiciones retrasadas o de los que se oponen a cualquier tipo de
evaluación sino de un pequeño grupo de expertos en educación superior
que llevaban varios años ejerciendo un monopolio en la disciplina a base
de de publicar generalidades teóricas, algunas evidencias anecdóticas,
describir escenarios incompletos con muestras muy pequeñas (casi siempre
en EEUU o Reino Unido) y cuyos trabajos habían tenido un impacto escaso
o nulo.
Ahora sin embargo estos autores promueven estrategias alternativas. Por
un lado piden una moratoria en la publicación de rankings, tiempo que
emplearían en reconstruir sus lobbies, y por otro exigen transparencia y
libre acceso a los datos sobre los que otros han construido rankings. Es
tremenda desfachatez criticar la labor de otros y reclamar al tiempo el
fruto de su esfuerzo para beneficio propio.
http://globalhighered.wordpress.com/2010/09/21/governing-world-university-rankers-an-agenda-for-much-needed-reform/
Pero quizá la final tengan algo de razón. Uno de los actores principales
en la publicación de rankings es la revista inglesa Times Higher
Education, que desde 2004 viene editando una clasificación tan popular
como la de los chinos (ARWU). Hasta 2009 la parte técnica de recolección
de datos y elaboración del ranking estaba subcontratada a la empresa QS
que obtenía pingües beneficios tanto del contrato con THE como de la
explotación de los datos. En las últimas ediciones los sesgos de este
ranking empezaron a ser clamorosos, no solo porque al parecer las
mejores universidades estaban concentradas en los países de la
Commonwealth británica, sino porque había cierta correlación entre las
posiciones de algunas de las universidades y que estas contrataran
publicidad en las páginas web de QS.
Con mucho bombo y platillo y con evidente amargura entre las partes, THE
rompió el contrato con QS y lo traspasó, a través de la filial Evidence,
a Thomson, la famosa productora de las bases de datos de citas del ISI.
En un largo proceso muy publicitado, THE inició una serie de consultas
con expertos, pidió colaboración a los interesados, y prometió un
ejercicio de elaboración de un nuevo ranking más riguroso, trasparente y
con un mayor volumen de información sobre los que basar los resultados
finales.
A mediados de Septiembre miles de medios en todo el mundo anuncian la
disponibilidad del Top 200 de las universidades del mundo según THE (si
se quieren conocer las 400 primeras hay que pagar una aplicación para
iPhone que cuesta unos 20 dólares). Apenas unos días después comienzan a
aparecer las primeras críticas.
http://rankingwatch.blogspot.com/
Al parecer faltan universidades importantes en las primeras posiciones
(Oslo, Texas, algunas taiwanesas o israelíes entre otras). Rompiendo la
prometida trasparencia, THE no posiciona universidades que no han
proporcionado datos y lo que es más grave no indica cuales son. El
usuario final desconoce este hecho y solo tiene un ranking incompleto.
Poco después algunos rectores informan que no han recibido las
peticiones mientras que otros rechazan suministrar datos muy prolijos
que les requerirían tiempo y dinero sin contrapartida por parte de una
compañía con fines de lucro.
Unos días después un examen cuidadoso de los resultados revela que al
menos uno de los indicadores, el de las citas, ofrece posiciones cuando
menos sorprendentes. La universidad egipcia de Alejandría se convierte
según este criterio en la cuarta del mundo. Un científico de dicha
universidad con ciertas prácticas poco éticas de publicación y auto-cita
parece el responsable directo de este fiasco. En realidad se trata de un
problema científico mas serio pues se ha utilizado un indicador
bibliométrico (el “crown indicator” desarrollado por el equipo CWTS de
la Universidad de Leiden) de manera inadecuada, que trastoca seriamente
toda la secuencia de universidades.
A pesar de que los resultados son insostenibles, THE no ha publicado
ningún tipo de aclaración, no plantea la retirada de su ranking, que
debiera realizarse de forma inmediata, y sigue vendiendo un producto
completamente inútil.
lunes, 25 de octubre de 2010
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